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Todo empieza en la boca: masticación e insalivación

En la rutina diaria, a menudo nos encontramos comiendo de forma automática, entre prisas y distracciones. Es común preparar algo rápido y consumirlo mientras respondemos correos, miramos el móvil o pensamos en nuestras responsabilidades pendientes. Con este ritmo de vida, masticar correctamente parece un lujo que pocos se permiten.

Sin embargo, es importante recordar que la digestión comienza en la boca, mucho antes de que los alimentos lleguen al estómago. En la boca se realizan dos procesos fundamentales: la masticación y la insalivación. Los dientes se encargan de triturar los alimentos en un proceso mecánico, mientras que la saliva cumple múltiples funciones químicas. Esta mezcla no solo lubrica los alimentos para facilitar la deglución, sino que también inicia la digestión de hidratos de carbono gracias a enzimas como la amilasa y la galactosidasa. Además, la saliva disuelve los alimentos para apreciar sus sabores, detecta sustancias irritantes o tóxicas y tiene una acción bactericida gracias a la lisozima.

Mahatma Gandhi decía: «Hay que beber como si comiéramos y comer como si bebiéramos». Esto significa que los líquidos deben mezclarse con la saliva moviendo la mandíbula como si estuviéramos masticando, y los sólidos deben masticarse hasta adquirir una consistencia líquida. Este hábito mejora la biodisponibilidad de los nutrientes, es decir, la capacidad del cuerpo para absorber y utilizar lo que consumimos.

Los beneficios de una buena masticación:

  • Físico: Una buena masticación asegura que los alimentos se conviertan en un bolo alimenticio fácilmente digerible. Cada trozo que pasa sin triturar supone un esfuerzo extra para el sistema digestivo, ya que las enzimas deben erosionar la superficie de los alimentos antes de descomponerlos. Esto puede ralentizar la digestión, generar fermentaciones y causar gases. No es exagerado decir que muchos problemas digestivos tienen su origen en una masticación deficiente.
  • Químico: Mezclar adecuadamente los alimentos con la saliva garantiza que las enzimas comiencen su trabajo de predigestión, optimizando los procesos químicos que se desarrollarán posteriormente en el organismo.
  • Informativo: El sabor, el color, la textura y el olor de los alimentos son señales importantes para el cuerpo. Las papilas gustativas actúan como sensores que activan distintos órganos según el estímulo recibido. Masticar despacio no solo ayuda a percibir mejor estas señales, sino que también permite que la sensación de saciedad llegue en el momento adecuado, evitando comer en exceso.
  • Emocional: Según la Medicina Tradicional China, cada sabor está relacionado con un órgano y una emoción:
    • Ácido: Estimula el hígado y la vesícula, favoreciendo la creatividad y la actividad. Sin embargo, en exceso, puede intensificar la irritabilidad.
    • Amargo: Activa el corazón y el intestino delgado, promoviendo la seguridad en uno mismo y ayudando a superar la tristeza. En exceso, puede generar euforia o sobrecargar el corazón.
    • Dulce: Relaja el bazo y el páncreas, estimulando la reflexión y ayudando a calmar el miedo. No obstante, un consumo excesivo fomenta la preocupación y la obsesión.
    • Picante: Activa los pulmones y el intestino grueso, fortaleciendo la voluntad y ayudando a controlar la agresividad.
    • Salado: Fortalece los riñones y fomenta la prudencia, pero puede sobrecargar estos órganos si se abusa de él.
      Lograr un equilibrio en los sabores es esencial para mantener tanto la salud emocional como física.
  • Mental: Nuestra manera de masticar puede reflejar cómo procesamos las experiencias de la vida. Comer deprisa, sin masticar adecuadamente, se asemeja a vivir sin tiempo para asimilar lo que ocurre. Por otro lado, masticar con calma fomenta la paciencia y nos ayuda a vivir de manera más consciente, disfrutando de cada momento.
  • Energético: La Medicina Tradicional China describe la saliva como un fluido cargado de energía vital (Qi). Al masticar bien, los alimentos se mezclan con esta energía, facilitando su reconocimiento y asimilación por el organismo. Las tradiciones ancestrales también sugieren que gran parte de la energía vital de los alimentos se absorbe en la boca durante la masticación.

Finalmente, debemos recordar que no nos nutrimos de lo que entra por la boca, sino de lo que llega a nuestras células. Dedicar tiempo a masticar y comer con atención no es solo una cuestión de salud física, sino también de bienestar emocional y energético. Comer bien es una forma de autocuidado y un hábito fundamental para una vida plena y equilibrada.

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