En nuestra rutina diaria, a menudo comemos de manera automática, entre prisas y distracciones. Es común preparar algo rápido y consumirlo mientras respondemos correos, miramos el móvil o pensamos en nuestras responsabilidades pendientes. Sin embargo, es importante recordar que la digestión comienza mucho antes de que los alimentos lleguen al estómago. Se estima que hasta el 30% de los jugos gástricos se producen incluso antes de que el primer bocado entre en la boca, estimulados por pensamientos, olores y la visualización de la comida.
Una vez que el alimento entra en la boca, los dientes se encargan de triturarlo en un proceso mecánico, mientras que la saliva desempeña funciones químicas. Esta mezcla no solo lubrica los alimentos para facilitar la deglución, sino que también los descompone, promoviendo la acción de enzimas responsables de la digestión de hidratos de carbono (principalmente aunque no exclusivamente) en esta fase, como la amilasa y la galactosidasa. Además, la saliva disuelve los alimentos, permitiendo apreciar sus sabores, detectar sustancias irritantes o tóxicas, y actúa como bactericida gracias a la lisozima.
Un dicho afirma: «Hay que beber como si comiéramos y comer como si bebiéramos». Esto significa que los líquidos deben mezclarse con la saliva mediante movimientos mandibulares similares a la masticación, y los sólidos deben masticarse hasta adquirir una consistencia líquida. Este hábito mejora la biodisponibilidad de los nutrientes, es decir, la capacidad del cuerpo para absorber y utilizar lo que consumimos.
Los beneficios de una buena masticación
Físicos
Una buena masticación asegura que los alimentos se conviertan en un bolo alimenticio fácilmente digerible. Cada trozo que pasa sin triturar implica un esfuerzo extra para el sistema digestivo, ya que las enzimas deben erosionar la superficie de los alimentos antes de descomponerlos. ¡El estómago no tiene dientes!
Si no masticas adecuadamente y tragas la comida rápidamente, es probable que, a largo plazo, experimentes molestias digestivas como hinchazón y gases. No es exagerado afirmar que muchos problemas digestivos tienen su origen en una masticación deficiente.
Químicos
Mezclar adecuadamente los alimentos con la saliva garantiza que las enzimas comiencen su trabajo de predigestión, optimizando los procesos químicos posteriores. Además, mejora la señalización cerebral, favoreciendo que otros órganos (como el estómago, intestino y vesícula biliar) produzcan las sustancias necesarias para la digestión. La digestión es como una cascada de procesos en la que, si uno falla, los demás no se desarrollan de manera óptima.
Informativos
El sabor, el color, la textura y el olor de los alimentos son señales clave para el cuerpo. Las papilas gustativas actúan como sensores que activan distintos órganos según el estímulo recibido. Masticar despacio no solo ayuda a percibir mejor estas señales, sino que permite que la sensación de saciedad llegue en el momento adecuado, evitando comer en exceso.
Emocionales
Según la Medicina Tradicional China, cada sabor está relacionado con un órgano y una emoción:
- Ácido: Estimula el hígado y la vesícula, favoreciendo la creatividad y la actividad. En exceso, puede intensificar la irritabilidad.
- Amargo: Activa el corazón y el intestino delgado, promoviendo la seguridad en uno mismo y ayudando a superar la tristeza. En exceso, puede generar euforia o sobrecargar el corazón.
- Dulce: Relaja el bazo y el páncreas, estimulando la reflexión y ayudando a calmar el miedo. Sin embargo, su consumo excesivo fomenta la preocupación y la obsesión.
- Picante: Activa los pulmones y el intestino grueso, fortaleciendo la voluntad y ayudando a controlar la agresividad.
- Salado: Fortalece los riñones y fomenta la prudencia, pero puede sobrecargar estos órganos si se abusa.
Lograr un equilibrio en los sabores es esencial para mantener tanto la salud emocional como física.
Mentales
Nuestra manera de comer refleja cómo procesamos las experiencias de la vida. El sistema digestivo actúa como un puente entre el mundo exterior y nuestro interior; así, nuestra forma de comer y digerir tiene mucho que ver con nuestra manera de procesar información del entorno. ¡Fíjate!
Masticar con calma fomenta la paciencia y nos ayuda a vivir de manera más consciente, disfrutando de cada momento. Además, masticar y producir saliva suelen inducir relajación. ¿Verdad que cuando estás nerviosa tienes la boca seca?
Conclusión
Recuerda que no nos nutrimos de lo que entra por la boca, sino de lo que llega a nuestras células. Dedicar tiempo a masticar y comer con atención no es solo una cuestión de salud física, sino también de bienestar emocional y energético. Comer bien es una forma de autocuidado y un hábito fundamental para una vida plena y equilibrada.